miércoles, 28 de diciembre de 2011

Postmodernidad en A. Latina
Modo de citar este artículo: Rivera, María José.  "Postmodernidad en A. Latina" 28 de diciembre 2011. Internet: http://ensayosdefilosofia-cynicsutcanes.blogspot.com/ [Acceso: dd/mm/año]
La modernización en Latinoamérica estuvo marcada por un desarrollo unifocal de carácter político económico respondiente a la división internacional del trabajo; luego del fracaso de los modelos latinoamericanos de la famosa “Década perdida” se ve al modelo neoliberal como  la nueva apuesta. Esto como una importante dimensión de las condiciones postmodernas, es decir, junto con las culturales y epistémicas, son síntomas de la contradicción, que define al menos sucintamente, a la postmodernidad producto de su afán de reconocer la multiciplicidad. Esta época, una de cuyas características es el despliegue de un poder simbólico, puede ser observada en A. Latina en fenómenos concretos; para el siguiente ensayo basado en el texto de Carlos Rincón,  hemos tomado, para abordar muy brevemente: la Teología de la Liberación, la situación de los sindicatos, el discurso artístico postmoderno y, los MMC.
La religión y la teología, correspondientes a la esfera lunar necesitaban acercarse a la sublunar, a la del hombre, a la de la tierra, a la sociedad. Carlos Rincón ve en la Centroamérica de inicios de los ochenta una efervescencia teológica como forma de estabilizar realidades e historias comunes. Así, surge la Teología de la Liberación como producto del “entrecruzamiento” múltiple entre la iglesia periférica y las pluralidades y diferencias sociales. Cuando Dios adquiere significación en la vida humana y exige una especie de toma de responsabilidad teológica en asuntos políticos-económicos se burla la barrera -incluso ontológica- que separaba a la aristocracia cristiana del pueblo cristiano y, sobretodo a la responsabilidad privada de su incursión en la esfera pública, es decir, en un proyecto social. Podemos incluir las teologías de la liberación como signo de la postmodernidad en cuanto a una de las caracterizaciones que ofrece Rincón: el surgimiento de “intermediarios culturales dedicados a actividades de presentación y representación pública” (Rincón, 213) en cuanto significa una renovación del discurso y una crítica a la modernidad, una crítica emergente.
El capitalismo actual configura también nuevas relaciones sociales y de producción; un mercado global mundial, monopolios transnacionales, industrias regionales especializadas, la cada vez más eficiente tecnología industrial, la aparición de un sector de servicios, y el afán por mermar cada vez más los costos de producción, son elementos para entender el menor peso que cada vez tienen, no solo los Estados-nación y la clase política, sino las organizaciones de obreros, cuyos privilegios cada vez se ponen más en juego. En Ecuador, fácil es remitirse a los recientes problemas jurídicos entre los sindicados manufactureros y ERCO o la Cervecería Nacional. ¿Es acaso el “ocaso de la clase de los trabajadores y de su peso nacional” (Rincón, 212)? Pero la discusión puede alcanzar incluso los conflictos gobierno/UNE, o gobierno/Unión Nacional de Periodistas, donde las organizaciones sindicales no obreras también se ven mermadas. Por ejemplo, ¿qué sucede para que los constantes paros de la UNE[1] que duraban meses, actualmente carezcan de eco y pasen casi por inadvertidas sus exigencias? Creemos que mucho tiene que ver la inversión hecha en la educación por parte del Estado, pero también que se tiende a ver –sea por propaganda gubernamental o por mera inercia- a los movimientos de trabajadores desvalorizados o como egoístas, como ajenos quizá. La lectura de este ambiente es por supuesto mucho más compleja, pero para encausarla dentro del discurso epocal al que nos hemos refiriendo tomaremos una vez más uno de los trends –sin dejar de referirnos al anotado en el párrafo anterior- que definen la postmodernidad: “se generaliza el fenómeno de las subjetividades (identidades) múltiples, superpuestas, compósitas (descentramiento de identidad) (…), acompañado de un fluir y desestructurarse de los grupos” (Rincón, 213).
Actualmente se lleva  a cabo en la ciudad la XI Bienal, excelente referente del arte postmoderno; pues otra tendencia muy marcada del postmodernismo es la semiótica de la vida cotidiana, donde los signos culturales se convierten en sí mismos en referentes (Rincón, 213). ¿Cuál es el discurso de este arte? La forma ha dejado de ser la de los lienzos para situarse en la de las instalaciones y en las esculturas poco ortodoxas, en los audiovisuales y en los mensajes complejamente encriptados, pero el fondo, que a nuestro entender es más lacónico de lo que muchas veces se espera del arte, es el desencanto con la racionalidad, un ligero coqueteo con el psicoanálisis y una drástica ruptura con lo tradicional. Recordemos la lata de sopa Campbell’s de Warhol, ¿qué más muestra de cotidianización del discurso artístico? El antipoeta chileno Nicanor Parra[2] calza perfecto en el mismo discurso que, como dice el autor, bosqueja el estatus intertextual de quien quiere problematizar; mencionaremos una exposición que constaba de una Venus de Milo con esta inscripción “Soy frígida, sólo me muevo con fines de lucro”, expresando una irreverente crítica que no necesita más explicación pero que muestra el intento crítico –que usualmente aparece como al crítica que no quiere ser crítica ni convencer de nada-, problemático, yuxtapuesto y sobretodo el manejo de los símbolos que caracteriza el discurso artístico postmoderno.[3]
Pero carácter principal de la postmodernidad es el manejo de los medios masivos de comunicación. La famosa democratización de los medios, terciando entre propagandas gubernamentales –lo menciono por ser tema recurrente en el país- y los grandes medios, cumple el papel descentralizador que muestra la contradictoriedad en los efectos de la postmodernidad[4]. Para Harvey, existe una intensificación de las técnicas y las prácticas de control del espacio caracterizan la condición de la postmodernidad, encontramos una nueva percepción y control del espacio y también del tiempo en la instantaneidad de los medios de comunicación donde estas nociones se desligan de la experiencia concreta. La importancia de los medios de comunicación en la era actual ha sido bastante analizada como causa de la pérdida de control del sujeto no solo sobre los avances científicos o sociales sino también sobre él mismo, así lo expuso A. Giddens en su obra Un mundo desbocado. Uno de los detalles a tomar en cuenta sobre el manejo de los medio en América latina es que muchas veces los grandes medios, los que ni siquiera se encuentran en territorio latinoamericano, son los que tienen mayor grado de credibilidad y aceptación incluso al pronunciarse sobre temas de soberanía nacional; hemos hablado del debilitamiento de los Estados-nación causado por las configuraciones de las relaciones económicas-productivas, pero la manipulación e injerencia de los medios de comunicación es aún más inevitable de ver y de hacer constar. El manejo de los medios de comunicación se ha pluralizado –como es intención del pensamiento postmoderno- pero aún debe ser impulsado sin que esto niegue una necesaria regulación.
La aparición del “etnotexto” y la consideración de las etnografías que son representaciones de la alteridad cultural, de la articulación de la alteridad y la subalternidad muestra en el análisis y teorización cultural su carácter de construcción, de comportamientos, pretensiones y necesidades, dice C. Rincón. Y, parafraseando a Ernst Bloch,  adiciona su concepción de “La no simultaneidad de lo simultáneo” para América latina sobre el escenario postmoderno, la producción de nuevas categoría y discursos, los modos de articulación de la pluralidad y los cambios disciplinarios.
“Lo simultáneo es el cambio de los discursos; la no simultaneidad es la de cada uno de los procesos donde tiene lugar el cambio. Lo simultáneo es la necesidad del debate sobre la contemporaneidad, articulada en el debate mismo sobre lo postmoderno (…). Lo no simultáneo son las diversas respuestas a esa necesidad, dentro de la heterogeneidad y diversidad de las sociedades latinoamericanas. (…) [Y] en la tensión entre simultaneidades y no simultaneidad, el grado de dificultad de autopercepción y determinación de una posición propia para quienes buscan escrutar procesos dentro de los que se hallan inscritos resulta redoblado.” (Rincón, 226-227)











Bibliografía
Rincón, Carlos. “Globalización y postmodernidad” en La no simultaneidad de lo simultáneo. Postmodernidad, Globalización y Culturas en América Latina. Editorial Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 1995.


[1] Es sumamente interesante un artículo referido a un informe del Ministerio de Educación de diario Hoy publicado el 21 de septiembre del 2009 y titulado “Paros de la UNE suman 711 días sin clases” (es decir, tres años lectivos de 200 días laborables y 111 días más) donde se lee:” Empero, los padres tienen su propio criterio. «Siempre que se inicia el año, salen a las calles bajo cualquier pretexto. Por eso, estoy de acuerdo con que los sancionen», comentó Laura Yánez, madre de una alumna de escuela Mercedes González, plantel que no se sumó al paro.“
[2] Y esta denominación no es más que otra forma de auto-desencantarse, de des-mistificarse como poeta. Hago un extracto de la reseña  “Nicanor Parra, el antipoeta por esencia” de la página web de Escritores.cl: “Nicanor Parra revolucionó el ambiente literario con su entrada, enfrentándose a monstruos de la poemática, a corrientes literarias, a movimientos artísticos, insuflando aires renovadores a la poesía hermética, oscura e indescifrable en que había caído la tarea de ciertos poetas. Su habla es coloquial, cáustica y humorística e interpreta el genio popular y los sentimientos del hombre contemporáneo. Su tarea es sencilla, aunque desacralizadora.
[3] Carlos Rincón analiza como el fenómeno que puede marcar el inicio de este nuevo discurso el “boom de la literatura latinoamericana” que tiene lugar en la década de los 1960, cuya temática toma varios elementos surrealistas y/o de “realismo mágico”.
[4] “El postmodernismo no es a priori progresista o conservador, sino, eso sí, contradictorio en sus efectos. Pus el postmodernismo captaría la textura de las relaciones vividas, en un balance entre aspectos no jerárquicos propios de los nuevos movimientos sociales y las culturas juveniles, de un lado, y un “populismo autoritario” del otro.” (Rincón, 213)

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